Crecemos y vivimos en una sociedad electrificada. Dependemos cada vez más de la energía (mucho más de lo que nos gustaría admitir). Pero, aun así, probablemente hasta ahora nunca te habías parado a pensar cómo narices esa electricidad atraviesa tu barrio para llegar a tu casa, tu habitación y hasta ese móvil que sostienes entre las manos. Spoiler: no es magia. Es ciencia, ingeniería (y un poquito de caos controlado...).
La electricidad es ese bien invisible sin el que el mundo, tal y como lo conocemos, no funcionaría. Nada de luces, ni wifi, ni Netflix, ni café de cápsulas. Estamos constantemente enchufados, conectados a la realidad y atados a la corriente. Somos, sin exagerar, electrodependientes. Y, si no lo habías notado antes, seguro que ahora lo has comprendido… por las malas y en tan solo 5 segundos.
Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Lo que has tardado en leer estas cifras fue lo que tardó el sistema eléctrico en irse a dormir… Y tú, como todos, te preguntaste: “¿Pero esto cómo ha pasado?”.
La luz no nace en los enchufes (aunque lo parezca)
Empecemos por el principio… La electricidad se genera, principalmente, en las clásicas centrales térmicas, mediante fuentes renovables -como el agua, el viento, el sol o la biomasa- o en plantas nucleares.
Ni magos ni hackers, ¿quién mueve los hilos (eléctricos)?
Pues bien, en España la electricidad llega a las casas, las industrias, las tiendas, las oficinas, las farolas de tu calle… -vamos, a cada rincón- gracias, en primera instancia, a una red de transporte y distribución. Si hacemos una analogía con la red de carreteras, la red de transporte serían las autopistas por las que discurre la electricidad y la red de distribución, las carreteras por las que la electricidad llega a cada uno de los hogares, negocios e industrias. La red de transporte es operada por Red Eléctrica de España, que pertenece al grupo Redeia. Como habrás podido imaginar, esta es la encargada de garantizar el funcionamiento del grueso del sistema eléctrico y, lo más importante, de que la electricidad llegue donde tiene que llegar. ¿Y cómo lo hace? Buscando un equilibrio entre el consumo y la producción de energía, con el objetivo de garantizar el funcionamiento del sistema sin que este se colapse o sobrecargue.
¿Cómo viaja la electricidad hasta tu sofá?
Una vez generada, la electricidad no se almacena a lo loco. De momento, no hay una batería gigante escondida por ahí. En términos generales, la electricidad se produce justo cuando la necesitas, gracias a sistemas que regulan este balance de forma automática. Así que cada vez que enciendes la tele hay una central (o varias) que dicen “¡vamos allá, que alguien quiere ver Netflix!” y aumentan su producción. Cuando la apagas, se reduce de nuevo.
¿Y si se rompe el equilibrio?
Si se consumiese más de lo que se produce -o al revés- el sistema se desajustaría. Por eso es tan importante lograr un equilibrio. Para esto, una herramienta esencial es la previsión de la demanda y su seguimiento en tiempo real a través de un gráfico llamado curva de demanda. Gracias a tecnología avanzada (y mucha coordinación), se ajusta la producción en cada milésima de segundo. Literalmente. Pero si algo va mal y alguna de las variables del sistema (como la intensidad de corriente, la tensión o la frecuencia) cae por debajo del mínimo permitido o se dispara por encima del máximo… ¡Pum! Se desconecta la parte de la red donde existe el problema (incluso, todo un país). Es lo que se llama “cero eléctrico”, “cero de tensión” o, como tú y yo lo conocemos, apagón.
Lección aprendida: no subestimes el poder de un enchufe
En resumen, crecemos y vivimos en una sociedad electrificada. Esta dependencia nos obliga a planificar el consumo con varios años de antelación. Porque, si no nos anticipamos, las consecuencias pueden ser... pues, bueno, oscuras. En OIIO -recuerda que nuestra app está tanto en Android como en iOS- estamos aquí para ayudarte a entenderlo. Y también -de paso 😏- para que no pagues de más en tu factura de la luz. Porque un apagón da miedo... pero una factura inflada, cuidao.